Después de que un juez de Colorado dictaminara que otro artista galardonado no puede reclamar derechos de autor por el uso de MidJourney, se ha abierto un gran debate sobre el uso de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito artístico.
En muchos países, la propiedad de los derechos de autor se limita a los seres humanos, por lo que todo lo creado por máquinas, o “en su mayor parte por máquinas”, debe confinarse al ámbito del dominio público.
Aunque, por un lado, esto no impide que los artistas utilicen la IA generativa para crear obras de arte nuevas y únicas, plantea la cuestión de si estos productos pueden estar protegidos por las leyes de derechos de autor o no. Sobre todo cuando los conjuntos de datos utilizados para alimentar esas mismas IA incluyen incontables horas de creaciones humanas tomadas de otros artistas humanos sin su consentimiento explícito.
Pero antes de evaluar las consideraciones más filosóficas y sociales, veamos la evolución jurídica actual.
El caso de Matthew Allen en Colorado
Matthew Allen es un artista digital que ganó el primer premio de la Feria Estatal de Colorado al “Nuevo Artista Digital” en 2022. Su obra de arte, acertadamente bautizada como Théâtre D’opéra Spatial, encendió de inmediato un acalorado debate entre otros competidores sobre si era justo y legítimo utilizar IA en un concurso, más aún cuando ganó.
Otros artistas afirmaron que este arte digital estaba a medio camino entre el plagio y el contenido generado automáticamente, pero que en ningún caso podía considerarse una obra ganadora, ni siquiera una creación artística legítima.
El autor, sin embargo, respondió a las críticas afirmando que nunca mintió sobre cómo se creó la obra de arte y que el proceso creativo que hay detrás no es tan diferente de manipular una imagen exacta con Photoshop.
Otros artistas respaldan su postura confirmando que el ingenio humano sigue siendo fundamental para generar una imagen así. Por el contrario, otros lo descartan afirmando que cualquiera con ciertos conocimientos de edición puede hacerlo.
En este sentido, un desarrollador o programador hábil podría convertirse rápidamente en un pintor mejor que un pintor en un futuro próximo.
Cualesquiera que fueran las opiniones en aquel momento, un año después, un juez de Colorado ha dictaminado que la obra de arte no puede ser objeto de derechos de autor.
¿Por qué? La obra de arte no es lo suficientemente “humana”; como decíamos antes, las máquinas no pueden tener derecho a poseer derechos de autor.
No es la primera vez que los tribunales estadounidenses toman una decisión similar. Sin embargo, nunca se ha establecido un criterio definitivo para determinar cuánta “intervención humana” se requiere para definir una ópera, un libro, una película o una canción como hechos por humanos.
¿Hasta qué punto es ético utilizar arte generado por IA?
Una parte sustancial de la cuestión se deriva de la ética del supuesto robo de propiedad que supone alimentar máquinas con datos de artistas humanos.
Como ya comentamos en otro artículo (o dos, o tres), varias IA generativas como Stability AI, DeviantArt y Midjourney han sido demandadas por robo de propiedad intelectual después de que miles de millones de imágenes comprimidas fueran alimentadas a las IA para enseñarles a “crear arte”.
Según los artistas que presentaron la demanda, su arte se ha utilizado para entrenar a la IA sin su consentimiento explícito, hasta el punto de que lo que las máquinas generan ahora es un collage caótico de habilidades humanas individuales.
No está claro si estas demandas prosperarán, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de las obras son ya de dominio público o que los artistas que las crearon hace tiempo que fallecieron.
Filosóficamente, la frontera entre lo que es ético y lo que no lo es es una línea muy fina en el mundo de las bellas artes. Se podría argumentar fácilmente que, aparte del plagio obvio, todo artista está copiando a otro en cierta medida. Desde “la imitación es la forma más sincera de adulación” hasta “los buenos artistas copian, los grandes artistas roban”, hay pocas cosas nuevas bajo el sol.
Podemos debatir hasta qué punto la música moderna carece de originalidad y de cualquier atisbo de novedad artística.
Entonces, ¿cómo es que “hecho por humanos” es suficiente para definir la creación como verdadero arte?
Definir hasta qué punto los contenidos generados por IA podrían definirse como “arte” no es un problema de nicho como puede parecer a primera vista.
No adoptar una postura definitiva al respecto sólo significa que será cuestión de tiempo que las empresas más codiciosas empiecen a inundar el mercado con contenidos generados por IA increíblemente baratos y de calidad media, sin ninguna restricción o razón real en contra.
Y ese es un problema que entra en el debate más general de “la IA está robando puestos de trabajo humanos” de una forma bastante relevante.
Ser sustituido por la IA preocupa a todo tipo de artistas, lo que ha provocado la actual y prolongada huelga de actores y guionistas de Hollywood.
Aunque las obras de arte creadas por IA no estén protegidas por derechos de autor, el riesgo de abusar de la relativa sencillez con que se generan puede hacer que muchas personas pierdan su trabajo.
Sin embargo, la baja calidad sigue siendo baja calidad, y el público no reacciona positivamente ante ella ni siquiera cuando la crean humanos. Y cuando la cuenta de resultados se ve afectada, es difícil creer que las empresas sigan queriendo seguir por ese camino.
Hemos sostenido que el mercado acabará encontrando su equilibrio, por lo que no es menos crítico regular activamente este entorno.
Lo esencial
Por definición, el arte es una fuerza efímera y subjetiva que difícilmente puede describirse. La línea que separa la mera artesanía del verdadero arte es muy difusa; incluso nuestras herramientas más sencillas, como una espada o una petaca, pueden convertirse en una obra maestra cuando las construyen las manos adecuadas.
Lo que determina en última instancia qué es arte y qué no lo es, es la percepción y la recepción de los demás seres humanos.
Y si estamos entrando en una nueva era en la que las pinturas generadas por máquinas son tan atractivas, si no más, que las hechas por humanos, bueno, no hay mucho que podamos hacer.