ChatGPT, Jasper, Bard y todos los demás generadores de texto de inteligencia artificial (IA) son una fuerza devastadora e innovadora que, en tan solo unos meses, ya ha cambiado nuestro mundo para siempre. Aunque pueda parecer una afirmación atrevida, sólo ChatGPT generó 1.600 millones de visitas en junio de 2023.
Debo admitir que de vez en cuando utilizo estas herramientas para ayudarme a escribir contenidos, principalmente para libros (más que para artículos como éste). En la industria editorial, todo el mundo, desde los escritores (en primer lugar) hasta los editores, traductores e incluso publicistas, se encuentra atrapado entre la alegría de adoptar estas fantásticas herramientas que simplifican nuestras vidas y el miedo a una tecnología disruptiva que podría dejarnos a todos obsoletos.
Personalmente, utilizar ChatGPT para ayudarme a escribir me parece un dulce pecado. El encanto de tener una herramienta que crea marcos de escritura sin esfuerzo es irresistible, parecido a una adicción intoxicante. Sin embargo, hay una sensación subyacente de malestar, sabiendo que esta fuerza imparable puede llevar a la extinción de mi trabajo en algún momento. Es un pacto con el diablo, abrazar el progreso al tiempo que se reconocen las posibles consecuencias.
Así pues, ¿cuáles son las principales preocupaciones en torno al uso de generadores de texto automatizados? ¿Por qué suscitan polémica? ¿Cómo podemos adoptar una postura y garantizar su uso ético y legal?
Analicemos estas cuestiones en este artículo (que he escrito sin la ayuda de generadores de texto de IA).
Impacto económico en la comunidad de escritores: Experimentando la embestida de la IA
¿Provocará la IA una masacre en el mercado laboral de los escritores? Parece probable. Al igual que ha ocurrido con otras tecnologías altamente disruptivas, la IA está a punto de revolucionar numerosas industrias, y la escritura creativa es especialmente vulnerable. La adopción generalizada de la IA en este campo puede desplazar a los escritores humanos, ya que permite la generación rápida de cantidades sustanciales de contenido de calidad media a buena en cuestión de segundos, requiriendo una participación humana mínima.
En junio de 2023, el principal tabloide alemán, Bild, anunció un recorte presupuestario de 100 millones de euros que supuso la pérdida de 200 redactores, ya que sus tareas podrían “ser realizadas por IA y/o procesos automatizados”.
Pero, ¿va esto a convertir a todos los redactores en obsoletos y, a la larga, en desempleados que acabarán viviendo de los cheques de la seguridad social? No necesariamente. El impacto de la IA en los escritores variará en función del tipo de escritura a la que se dediquen. Por ejemplo, como demuestra el ejemplo de Bild, los redactores que se dedican principalmente a la redacción de artículos breves y sencillos extraídos de otros lugares corren un mayor riesgo de perder su puesto de trabajo, ya que esta tarea puede automatizarse fácilmente. Es probable que las máquinas eliminen a los redactores que se dedican principalmente a hilar palabras y a crear contenidos estándar, repetitivos o poco originales.
Se puede argumentar que las mentes verdaderamente creativas serán las que conserven sus puestos de trabajo, ya que las máquinas nunca podrán alcanzar plenamente el nivel de complejidad, comprensión emocional y empatía que sólo las mentes humanas pueden ofrecer. Otro aspecto a tener en cuenta es que si uno destaca como escritor, puede asegurarse el puesto mientras otros lo pierden.
De hecho, los buenos escritores podrían incluso ver incrementado su salario, ya que encontrar individuos que realmente puedan superar a la IA podría ser cada vez más difícil. Como resultado, es probable que disminuya la competencia y que las mentes especializadas se conviertan en un recurso valioso y escaso.
Sin embargo, las suposiciones sobre las limitaciones de la IA en comparación con la creatividad humana se basan en el estado actual de la tecnología y la comprensión. El futuro sigue siendo incierto, y la continua evolución de la tecnología plantea la cuestión de si podría llegar a aprender a asimilar la “humanidad” hasta el punto de hacerse prácticamente indistinguible del trabajo de un escritor, poeta o músico humano real.
¿Puede el sistema llegar a equilibrarse por sí solo?
Una de las cuestiones más conmovedoras que se plantean constantemente en este debate es la ética del uso de la IA en la escritura. ¿Deberíamos, como escritores, sentirnos culpables cada vez que pedimos ayuda a una IA, aunque sólo sea para escribir un borrador o un esquema de nuestro contenido? ¿En qué se diferencia esto de inspirarse en otras obras existentes y luego ampliarlas, que ha sido una práctica común entre los escritores durante siglos?
Como he dicho antes, el progreso y los avances tecnológicos no pueden detenerse, y la influencia de la IA crecerá inevitablemente independientemente de las decisiones individuales. Negarse a adoptar las capacidades de la IA podría obstaculizar la capacidad de un escritor para seguir siendo relevante en un panorama en rápida evolución, de forma análoga a la situación en la década de 2010, cuando algunas personas se resistieron a utilizar Internet para obtener información.
El uso generalizado de la IA por parte de las grandes empresas para sustituir a los creadores de contenidos de productos como series de televisión, películas, canciones comerciales, novelas y ficción puede considerarse poco ético. Esta práctica arroja a innumerables escritores bajo el autobús y prioriza el aumento de los beneficios a expensas de la calidad, lo que puede conducir al declive de la creatividad (que algunos sostienen que ya está en peligro en cierta medida). Pero, ¿cuáles serán las consecuencias? ¿Podrá el sistema absorber el impacto por sí solo?
La respuesta es “quizá”, pero es una posibilidad clara.
Por un lado, los generadores de texto por IA necesitan basarse en contenidos existentes en la web o en conjuntos de datos creados íntegramente por humanos, lo que ofrece acceso a una fuente inagotable de creatividad. Sin embargo, a medida que los contenidos generados por IA se generalizan, existe la preocupación de que empiecen a basarse en material preexistente y escrito por IA, lo que provocaría un descenso de la calidad general. Si la calidad del sistema disminuye en lugar de mejorar con el tiempo, se convierte en un modelo insostenible. Y una vez más, sería el deber de los humanos creativos acudir al rescate (a un coste mucho mayor esta vez).
Además, un aspecto muy importante de esta historia es que, ahora mismo, los generadores de texto de IA son una recompensa gratuita lista para ser recogida. ¿Por qué? Porque estos modelos aún están en desarrollo, por lo que organizaciones como OpenAI aún consideran valioso dejar que la gente los utilice gratuitamente para alimentarlos. Sin embargo, con el tiempo, cuando se hayan establecido en una posición de fuerza, puede que empiecen a pedir precios elevados por ofrecer servicios que ahora mismo son gratuitos. Cuando sólo las grandes empresas puedan permitírselos, es posible que los trabajadores humanos vuelvan a ser la alternativa más barata.
Por último, las consecuencias de inundar a los clientes con cantidades masivas de contenidos de baja calidad ya son evidentes para las grandes empresas del entretenimiento. Gigantes de la industria como Netflix, Amazon Prime y Disney están experimentando pérdidas financieras significativas, que ascienden a miles de millones de dólares.
Esta reducción de la calidad general de los contenidos es evidente para todos, y ha demostrado ser perjudicial incluso para las empresas de medios más rentables de todo el mundo. Si los creadores humanos de contenidos, ligeramente por debajo de la media, fueron incapaces de satisfacer a la audiencia, es poco probable que la introducción de contenidos de calidad inferior generados por las IA mejore la situación.
La intervención externa puede ser una solución de último recurso
Al igual que el eterno debate que azota a los mercados financieros mundiales, la gente puede argumentar que puede ser necesaria una intervención externa para regular el futuro de la IA antes de que millones de puestos de trabajo queden atrapados en medio. Además de las implicaciones éticas del uso generalizado de los generadores de texto de IA para la creación de contenidos, es muy posible que haya algunas razones legales por las que la intervención de organismos reguladores, gobiernos y responsables políticos pueda ser necesaria en lugar de simplemente deseable.
Los generadores de texto de IA destacan en la emulación de la escritura humana, pero no crean realmente contenidos originales en el mismo sentido que los humanos. Esta falta de originalidad puede conducir potencialmente al plagio o a la infracción de los derechos de autor si genera contenidos muy inspirados en obras existentes de autores humanos.
Esto plantea la dificultad de determinar la autoría y dar el crédito adecuado a los contenidos generados por IA. La falta de originalidad de los contenidos generados por IA puede dar lugar a problemas éticos y legales si reproduce material protegido por derechos de autor sin permiso ni atribución. Establecer límites y directrices claras para los contenidos generados por IA puede ser un paso crucial para limitar la proliferación excesiva y el uso indebido de los generadores de texto de IA.
Asimismo, los responsables políticos pueden establecer normas definidas para abordar la cuestión de la IA, sobre todo atendiendo a la percepción pública. Recientemente, el Parlamento Europeo propuso etiquetar todos los contenidos creados por IA, lo que permitiría a la gente diferenciar los textos generados artificialmente de los creados por humanos. Sigue siendo objeto de debate si estos contenidos generados por IA resultan más agradables que los generados por humanos. No obstante, pueden aplicarse nuevas normas y leyes, como la limitación de los beneficios obtenidos de los contenidos creados por IA mediante medidas como la limitación de los precios o el aumento de los impuestos para las empresas que utilicen ampliamente herramientas de IA.
Aunque el marco jurídico que rodea a la IA puede no estar claro en la actualidad, potencias mundiales como China ya han adoptado una postura, y es sólo cuestión de tiempo que todos los grandes países sigan su ejemplo.
Conclusión final
No hay una conclusión definitiva en este momento, ya que estamos asistiendo al inicio de un cambio transformador. El futuro de la escritura está profundamente entrelazado con el futuro de la IA, pero el rápido ritmo de los avances hace difícil predecir lo que ocurrirá en los próximos meses, por no hablar de los próximos años o décadas.
Sin embargo, una cosa es cierta: el panorama para las personas creativas, entre las que me incluyo, está destinado a cambiar, y mucho.