La angustia por la inteligencia artificial (IA) -en su mayor parte racional, en parte absurda- está alimentando naturalmente las peticiones de una mayor regulación e incluso moratorias sobre su desarrollo para garantizar que no desencadenamos fuerzas que no podemos controlar.
Sin embargo, es probable que sea una tarea difícil, dado que aún se desconocen todas las capacidades de la IA y hay muchas perspectivas y opiniones enfrentadas sobre las ventajas que ofrece y las amenazas que plantea.
Lo que complica aún más las cosas es que cualquier marco regulador sólo tiene el alcance que permite la jurisdicción de la autoridad reguladora, lo que podría dar lugar a que la IA se desarrolle bajo un escrutinio menos estricto y se extienda al ecosistema digital más amplio.
Peticiones de control de la IA
Esto ha llevado a algunos gobiernos y empresas a reclamar una normativa mundial sobre el desarrollo y el uso de la IA. Hasta el momento, no se ha hecho ningún esfuerzo serio para embarcarse en una empresa tan compleja, pero a medida que la IA se abre camino en la corriente digital y las naciones comienzan a elaborar sus propias limitaciones sobre la tecnología, podemos esperar un mayor impulso hacia una solución global.
De hecho, a principios de este mes, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, pidió a la Unión Europea que liderara el desarrollo de un régimen regulador mundial para la IA similar al del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. El objetivo sería fomentar el desarrollo seguro y responsable de la IA reuniendo a los mejores cerebros del gobierno, el comercio, la ciencia y otros círculos.
A esto siguió el discurso del Presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, ante las Naciones Unidas la semana pasada, en el que se comprometió a trabajar con los líderes mundiales para “garantizar que aprovechamos el poder de la inteligencia artificial para el bien, al tiempo que protegemos a nuestros ciudadanos de este riesgo tan profundo”.
Sin embargo, ninguno de estos líderes habla en nombre de todo el mundo, por lo que no está claro hasta qué punto serían globales sus marcos reguladores preferidos si llegaran a materializarse. El único organismo que puede presumir de tener un peso mundial es la ONU, y sus esfuerzos por controlar la IA a nivel global apenas han despegado.
Una propuesta de la ONU
A principios de este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) instó a todos los países del mundo a aplicar plenamente su Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial, que fue aprobada por unanimidad por todos los Estados miembros en 2021.
El marco enumera una amplia gama de valores y principios para ayudar a guiar el desarrollo y la implementación de la IA, pero también proporciona una herramienta de evaluación de preparación para ayudar a los reguladores a determinar si los usuarios tienen las habilidades y la competencia para utilizar adecuadamente los recursos impulsados por la IA a su disposición. También pide a las autoridades reguladoras que informen periódicamente sobre los avances en la gobernanza de la IA en sus respectivos Estados.
Las normativas de cualquier tipo y los organismos que las hacen cumplir suelen suscitar muchas críticas, sobre todo por parte de los regulados. Y aunque hay muchos ejemplos de reglamentos que se han vuelto locos (colchones con etiquetas que dicen “No retire esta etiqueta bajo pena de ley”), es justo decir que nuestro mundo sería mucho menos agradable sin normas relativas a cosas como el aire limpio, el agua limpia y la manipulación segura de alimentos y otros productos básicos.
Modelo regulador
A la hora de contemplar la aplicación de la IA a escala mundial, ¿existen precedentes que sirvan de guía? Un posible modelo es la Organización de Aviación Civil Internacional, afirma Roman Perkowski, del proveedor de servicios de telecomunicaciones TS2. La OACI, que funciona bajo los auspicios de la ONU desde 1944, supervisa las normas, prácticas y políticas que permiten a los países compartir las vías aéreas y coordinar las operaciones de tráfico aéreo en beneficio mutuo.
Un aspecto clave de su mandato es el desarrollo conjunto de reglamentos y procedimientos entre las distintas autoridades aéreas para garantizar que no trabajen con fines opuestos ni pongan en peligro las operaciones de vuelo que trascienden las fronteras internacionales.
Se trata de una tarea difícil, sin duda, con muchos objetivos y perspectivas contrapuestos, pero la idea de un centro mundial de intercambio de información que ayude a alinear los esfuerzos reguladores individuales entre numerosas naciones sería un excelente punto de partida para la IA. La cuestión sigue siendo, sin embargo, si existe suficiente interés nacional en crear un entorno común para las tecnologías inteligentes como el que existe para el transporte aéreo.
Lo que complica aún más las cosas es que todavía no existe un consenso claro sobre cómo debe regularse la IA. Por un lado, no queremos que haga cosas perjudiciales para el público, ya sea por su cuenta o en dirección de malos actores. A la inversa, no queremos ahogar el desarrollo creativo y disminuir la utilidad de la IA.
En un reciente artículo publicado en The Conversation, Stan Karanasios, profesor asociado de la Universidad de Queensland, Olga Kokshagina, profesora asociada de la École des Hautes Etudes Commerciales du Nord (Escuela de Altos Estudios Comerciales del Norte) de Francia, y Pauline C. Reinecke, investigadora adjunta de la Universidad de Hamburgo, señalan que los principales desarrolladores y profesionales de la IA piden a los gobiernos que regulen la tecnología, y que lo hagan de forma coordinada. Esta es una buena señal, pero si llegara a suceder, ¿apoyarían estos titanes de la industria medidas destinadas a servir al interés público, o tratarían de torcer las reglas hacia sus propios intereses?
Lo esencial
Quizá el aspecto más fundamental de la IA que inhibe cualquier forma de regulación es su velocidad de evolución. Todavía estamos lejos incluso de las normas más rudimentarias a nivel nacional, por no hablar de un marco global. Para cuando tengamos uno, es probable que la tecnología funcione de formas que en este momento siguen siendo conceptuales. Esa es la naturaleza de las leyes y los reglamentos.
Esto significa que, por el momento, es probable que experimentemos una “batalla campal” en la industria de la IA, confiando en la sabiduría y la buena voluntad de los científicos y los líderes empresariales para mantenernos a salvo.